¡Toma castaña! homenaje a los puestos callejeros.

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La castaña es el fruto del otoño. Su aparición en los mercados, en nuestras mesas, en nuestras calles y plazas proclama que el invierno ha llegado, que empiezan los primeros fríos.

Hace ya algunas décadas, los puestos callejeros eran un elemento mas de nuestras fiestas y tradiciones: las arropías y pirulís de Semana Santa, las garrapiñadas del Corpus, los barquillos de canela, las manzanas con caramelo, los bombones helados de los cines, los higos chumbos del verano  y las patatas fritas de la playa….¡que tiempos!. Cada uno con su pregón en verso o cantado para anunciarnos  que habían llegado.

Ya solo quedan las castañas “asás” y gracias a ellas nuestras calles huelen a invierno. Quien no se ha comido un cartuchito de castañas recién asada en los puestos callejeros? Apenas podíamos esperar a que se enfriasen, soplando y quemándonos los dedos tiznados de negro, paseábamos mientras saboreábamos ese fruto dulce, con sabor a humo y chimenea que tanta hambre ha quitado en los pueblos de la Antigüedad y Edad Media.

Las castaña asadas no son solo un tentempié callejero, un street food como ahora se dice,   su olor se mezcla con nuestros recuerdos y  nos trasporta a momentos felices de nuestra niñez, nuestra adolescencia o a los paseos invernales con nuestros hijos, Las castañas asadas son una escena repetida en la película de nuestras vidas :  la cabalgata de reyes,  las compras de  navideñas,   un alto en un banco de una plaza con las bufandas subidas hasta las orejas y las manos calentitas alrededor del cartucho.

Ahora la castañas son casi una chuchería, a veces muy exquisita como el sofisticado “marron glacé” pero hubo una época en la que fueron un alimento fundamental para muchos pueblos que no tenían trigo, cebada o centeno. Probablemente las castañas ya eran muy populares entre los celtas. Su religión se desarrollaba en los bosques ya que no tenían templos y los árboles eran un elemento sagrado de la naturaleza. Aun en las zonas de España que estuvieron dentro del área de esta  cultura  se celebran fiestas que tienen como protagonistas a las castañas como el “magosto” en Galicia o el gaztañerre eguna (en euskera, “día de la castaña asada”) en el País Vasco y Navarra. Antropológicamente podríamos decir que son fiestas estacionales, relacionadas con los ciclos solares como la de San Juan en el solsticio de verano y como en todas ellas el elemento fundamental es el fuego. En este caso grandes hogueras en las que se asan las castañas recogidas en el bosque.

 

La castaña contiene una gran cantidad de hidratos de carbono por lo que ha sustituido a los cereales en las zonas en las que estos no abundaban.  Una vez secas (pilongas) se molían y con su harina se elaboraban panes y dulces., de baja calidad  es verdad, pero que eran el alimento principal de muchas clases desfavorecidas.

La extensión del consumo de  la patata ha arrinconado a la castaña que se ha visto reducida a un fruto seco de invierno presente en algunas fiestas tradicionales y en algunos dulces estacionales como el gaditano potaje de habichuelas con castañas una reliquia gastronómica a punto de  desaparecer.

Demos pues las gracias a estos carrillos callejeros que asando castañas engalanan con  su olor las tardes de invierno y hace acogedoras las plazas de nuestra ciudad.

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